Mediterráneo, 12 de septiembre de 2002
FERRAN ADRIÁ: EL GENIO
Si le gusta comer bien tiene o algo que celebrar nada como ir al restaurante El Bulli de Roses dirigido por quien, según la mayoría del sector es el mejor cocinero del mundo: el genial Ferran Adrià.
Asistirá a una experiencia totalmente diferente a una comida ordinaria en cualquier otro restaurante, es una mezcla de sabores, texturas, temperaturas, olores y sensaciones que emocionan y te elevan al más allá de la gastronomía, es, según palabras del maestro: “una filosofía de vida orientada a dar felicidad”.
Conseguir mesa en el Bulli es una aventura, sólo sirve cenas desde abril a octubre y se reserva con meses de antelación, aunque una vez te tienen fichado saben para siempre si no te gusta esto o aquello o como prefieres las cosas: la profesionalidad elevada al máximo.
El emplazamiento de Cala Montjoi en el Golfo de Roses es espectacular, recorres siete kilómetros de curvas al borde de precipicios que asusta un poco y que permite disfrutar de unas maravillosas vistas.
En el local la cocina es la estrella, minimalista y práctica, de piedra, cristal y acero, es la modernidad convertida en lugar de creación culinaria, pero los comedores ya no están tan bien, no estaría mal una renovación decorativa. Cuando ocupas tu puesto empieza la ceremonia, hoy funciona sólo por menús, compuestos de diez snacks, ocho tapas, cuatro platos y tres postres, al precio de ciento quince euros, que en relación a lo que te ofrecen (la mejor cocina del mundo) no es nada caro. El servicio es impecable y oportuno sin agobiar, con tantos trabajadores como clientes.
En cada plato te indican como degustarlo, mezclándolo así o asá o de un bocado. Este año se celebran los veinte años de actividad del Bulli y el menú es un recorrido de estos años. Para mi gusto destacaría la galleta de gamba, la philopizza, las fresas con granizado de parmesano, la parrillada de verduras al aceite de carbón, el salmonete con puré de suquet y el flan de huevo helado. La bodega y la selección de cigarros va en consonancia con la comida, impecable.
Usted seguramente nunca podrá comprar un Picasso, ni oír en directo a Pau Casals, pero si puede cenar en el Bulli y saludar a Ferran Adriá, uno de los grandes genios españoles, algo que contará a sus nietos.
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