COSAS
A SUPRIMIR
Exterminar, quitar del todo, que desaparezcan para
siempre. Sin ellas la vida sería mucho más bonita. Y no voy a referirme a las
trascendentales que todos sabemos, el hambre, las guerras, las enfermedades, la
envidia, etc. Ojala no existieran pero desgraciadamente son innatas a la
humanidad. Voy a comentar algunas mucho más sencillas, que nos fastidian en el
día a día y que si son factibles de suprimir. Cada cual tendrá las suyas, pero
yo de entrada, me cargaría: Los cookies, las motos con escape libre de
macarras, las toallitas con olor a colonia barata que algunos restaurantes te
sacan para pringarte las manos, che un poquito de agua con limón por favor. Los
que en el tren ocupan varios sitios y ponen los pies en los asientos. O los que
hablan por el móvil a voz en grito. Los grupos hiperactivos de whatsapp. La
gente que huele mal, hay que ducharse diariamente. Los que mascan chicle con la
boca abierta haciendo ruido. Los bloqueos del ordenador en medio de un trabajo
importante y la debacle si se borra todo. Las colas. Las cacas en medio de la
cera y peor si las pisas. La gente que habla demasiado y normalmente mal de los
demás. Las tarjetas de crédito que se quedan sin fondos. Las moscas y
mosquitos, los cortes de película que dicen volvemos en 7 minutos, el mal
aliento. Las conferencias u otros actos interminables y súper aburridos, a los
que tienes que asistir por obligación. Que cuelguen tus fotos sin permiso en
una red social. Los que van a 20 por hora por la izquierda o los que se creen
fitipaldis. Los groseros, zafios y
guarros. Y las malas personas.
Artículo publicado en el Periódico Mediterráneo el
26 de junio de 2017