jueves, 3 de junio de 2010

Si a la puntualidad

Mediterráneo, 7 de noviembre de 2002
SÍ A LA PUNTUALIDAD
La puntualidad es una virtud que aprecio, me molesta esperar y todavía más hacer que me esperen, pero en esto como en tantas otras cosas se pierde con la edad. De joven siempre salía con tiempo de sobra para llegar al minuto, pero a medida que maduras tienes más compromisos y obligaciones y vas con el tiempo medido, de tal modo que debes estar a las 10 aquí, a las 11 allá y a las 12 acullá, y, es cuando la máxima de “el tiempo es oro” toma todo su sentido, ocurre que si por alguna contingencia y, particularmente, si tienes que transportarte, ¡dichoso tráfico!, haces tarde a una, luego ya empalmas los retrasos en cadena, un desastre, porque además te agobias y en realidad no puedes hacer nada porque las cosas llevan su ritmo. Ahora bien disculparte es imprescindible; y frente a aquellos que piensan que llegar tarde es distinguido creo que realmente supone una falta de respeto al otro.
Como ejemplo de contingencia que le sucede a muchos amigos míos es el típico de tu mujer que a punto de salir se le ocurre que estaría mejor con esa otra blusa y, ya partiendo, se le ha olvidado el bolso, y, ante esto sólo puedes tener paciencia y amor. También es molesto cuando tienes una hora para cualquier gestión, especialmente en el médico, y llegas puntual pero resulta que tienes que esperar rato y rato porque el enfermo anterior está peor de lo que parece o es un pesado, en este caso hay que ser comprensivo con esos magníficos profesionales que aguantan al pesado.
Pero del tiempo perdido lo peor es cuando no sabes lo que pasa ni cuanto tardarás, la solución es ponerse un límite razonable: “hasta tal hora”, y no esperar. El refranero ya nos dice que “el que espera desespera” pero que “si tienes paciencia verás pasar el cadáver de tu enemigo”. Y a todos aquellos, que son multitud, a los que alguna vez hice esperar les puedo asegurar que nunca lo hice conscientemente y les pido mi más sincero perdón. Les dejo, que llego tarde.

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