miércoles, 23 de junio de 2010

Travesura

Mediterráneo, 24 de junio de 2010
TRAVESURA
Diablura, trastada, pillería, barrabasada o como quieran llamarlo, en el fondo todo es lo mismo. Cuando de pequeño hacía alguna trastada y alguien decía ¡qué malo es este niño!, mi abuela, pronta a la defensa, decía: no es malo es travieso y con eso me quedé, de joven por inconsciencia y más mayorcito como actitud ante la vida, ese espíritu travieso hace que las cosas sean más fáciles y divertidas. Por supuesto no me refiero a acciones malignas pero sí en lo posible ingeniosas y graciosas.
Hay travesuras de muchas clases, vitales, laborales, artísticas, inteligentes, originales… y también las que se pasan por maliciosas, molestas, dañinas, estúpidas o de pura mala sombra, éstas ya no lo son, alcanzan el grado de gamberrada, estupidez o auténtica barbaridad, siempre hay zafios. La principal característica de una travesura es que sea carente de maldad, que su finalidad sea la diversión y que aunque cause algún trastorno éste sea leve y no peligroso.
Una buena travesura, requiere cierta inteligencia, sagacidad, agudeza, sutileza, viveza, ingenio, destreza y creatividad, por ello creo que su aplicación al mundo artístico puede ser muy interesante y productiva. Supone una chispa que quiebra la “normalidad” y la monotonía, jugar con normas establecidas algunas excesivamente rancias, dejarse llevar por la espontaneidad si Dios te ha dado ese carácter que hace que la diversión sea un faro y la formalidad forzada y rígida una valla a superar. Romper la rutina con sentido del humor es, aunque algunos no lo entiendan, algo que nos ayuda a seguir adelante, y es que ¡sonreír es bueno, bonito y barato!

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