jueves, 26 de agosto de 2010

Jose Antonio Fortuño

Mediterráneo, 9 de junio de 2005
JOSE ANTONIO FORTUÑO
Con permiso de mis compañeros de la sección “el retrato” que lo hacen fenomenal, hoy voy a traer un perfil humano de alguien que además de amigo es un magnifico jurista y mejor persona.
Días pasados tuvo la suerte, merecida sin duda, de recibir el homenaje de familiares, amigos y más de veinte discípulos entre lo más selecto del mundo jurídico de la ciudad; abogados, jueces, catedráticos, etc, juristas de reconocido prestigio, parte del cual lo adquirieron gracias al maestro que supo trasmitir conocimientos no solo para desenvolverse en el proceloso mundo jurídico, si no también en la vida diaria con valores firmes entre los que la familia, la honestidad, el trabajo duro o el optimismo que hace buscar el lado bueno de las cosas, ocupan un lugar destacado. El respeto y la admiración que en todos despierta se la ha ganado a pulso.
Su simpatía es proverbial y la aparición de su sonrisa es una ráfaga de aire fresco en medio de los sin sabores cotidianos.
Años y años de abnegación superando a veces difíciles momentos, le consolidan hoy como un hombre sabio, en esa etapa de la vida en la que podemos mirar atrás y sentirnos satisfechos de lo que hemos hecho, porque tenemos la conciencia tranquila, la mente lúcida, la inteligencia repleta y algo que siempre nos falta, tiempo, tiempo para nuestras aficiones y para esos nietos que son una bendición de Dios, y con los que compensamos la dedicación que el esfuerzo por salir adelante no nos permite prestar en la medida deseada a nuestros hijos.
He de confesar que tengo envidia, de la sana, me encantaría alcanzar en la vida ese estado, que torpemente he descrito y que podíamos llamar felicidad y saber que me lo he merecido, como José Antonio.

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