lunes, 30 de agosto de 2010

Libertad

Mediterráneo, 26 de enero de 2006
LIBERTAD
Qué bonita palabra, de las mejores. Generalmente entendemos por tal la facultad natural del hombre de hacer o no una cosa y de obrar de un modo u otro, por eso somos responsables de nuestros actos. Lo opuesto es la esclavitud, la prisión, la opresión, todo fatal. Evidentemente la libertad no puede ser absoluta, como todos sabemos "acaba donde empieza la de los demás" y ahí es donde los gobiernos tienen que fijar unas normas que regulen la convivencia, pero cuanto menos intervencionismo mejor, la persona debe primar sobre el colectivo, ello configura un perfil liberal que es el que predomina en la Europa Occidental de tradición romana, germánica y cristiana, con democracias y estados de derecho bastante consolidados. Así todas las Constituciones reconocen una serie de libertades consustanciales al ser humano, la de expresión, de culto, de prensa, de conciencia, de pensamiento, etc., etc.
Lo preocupante del asunto es el fenómeno de las regulaciones, a veces opresivas y últimamente cuasi-estalinistas, en multitud de ámbitos cotidianos, que cachito a cachito nos están convirtiendo en el mundo feliz de Orwell, donde nadie pensaba porque a todos les decían lo que tenían que hacer y cómo, obedeciendo eran felices, eran borregos que es lo que yo me niego a ser, y harían bien nuestro poderes políticos en reflexionar al respecto, porque la libertad no tiene precio y no vamos a dejar que cuatro iluminados nos la arrebaten impunemente. Recuerde, no fume, no hable por el móvil, no exceda la velocidad, no beba, no grite, no proteste, no haga nada que no se le permita expresamente. Y si puede denuncie a los otros.¡Qué mal suena!

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