miércoles, 19 de mayo de 2010

La tortura de los celos

Mediterráneo, 14 de febrero de 2002
LA TORTURA DE LOS CELOS
Hoy quisiera referirme a un problema más común de lo que parece y que en muchos casos acaba con desagradables consecuencias: los celos como sentimiento de rabia, impotencia o abandono que se siente cuando el ser amado se acerca, o eso creemos, a otros.
Son una auténtica tortura para quien los sufre, tanto el celoso como el celado, que lleva a comportamientos de los que frecuentemente hay que arrepentirse. Los celos pueden ser naturales e incluso una muestra de cariño hacia la persona amada, pero si se convierten en permanentes desgastan y perturban la relación, surge el reproche y la discusión dificultando la convivencia. La diferencia entre normalidad y patología está en la intensidad y duración y en que se deban a una causa justa o infundada.
La persona celosa tiene un convencimiento interno basado en la desconfianza y la inseguridad de que es engañada, le produce cambios radicales de carácter y conducta, suele ser hipervigilante, inmaduro, propenso a sospechar, tiene baja autoestima, se podría paliar con más autonomía, creatividad y cariño a sí mismo y a los otros.
Si realmente se quiere al otro se tiene que confiar en él y creer más a la persona amada que a terceros maliciosos o interesados.
En una relación de pareja hay que respetar la libertad de cada cual, sus estados anímicos, sus necesidades y el espacio necesario para una parcela privada individual que genere un equilibrio y el mejor desarrollo de ambos, como personas singulares y como dúo.
El bienestar de una pareja con celos desaparece paulatinamente, predomina la frustración y genera reacciones agresivas, así, se llega a cuestionar si realmente existe el amor, y acaba produciendo un efecto contrario al deseado. No se puede justificar constantemente la fidelidad ni vivir atormentado por ideas fijas. La consecuencia previsible es la ruptura de la relación que se quiere proteger.
Pero, ¿saben qué?, todo tiene solución, y el amor siempre triunfa, ¿o no?.

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