miércoles, 19 de mayo de 2010

Habladurías y cotilleos

Mediterráneo, 31 de enero de 2002
HABLADURÍAS Y COTILLEOS
Una muy buena costumbre es leer los periódicos porque además de enterarte de las noticias de un modo más reflexivo que con la radio o la televisión te puedes divertir con noticias curiosas como la siguiente: “La ciudad brasileña de Cescavel, en el estado sureño de Paraná, ha prohibido por ley el cotilleo”, con ello el poder legislativo trata de poner límites a adictos a los chismes. Así, se impondrá una sanción educativa a quienes creen o no frenen la propagación de “rumores maliciosos de orden profesional o personal”. La situación será conflictiva porque, ¿cómo denunciar a los chismosos sin incurrir asimismo en el cotilleo?.
Esto, que resulta un poco utópico, sin embargo destapa un serio problema no sólo en Brasil sino en cualquier parte, y como no, en nuestro entorno inmediato.
El Artículo 12 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (que siempre debe tenerse presente) dice que: “Nadie será objeto de injerencias arbitrarias en su vida privada su familia, su domicilio o su correspondencia, ni de ataques a su honra o a su reputación. Toda persona tiene derecho a la protección de la Ley contra tales injerencias o ataques”.
Con todo parece que ese instinto de inmiscuirse en la vida ajena con chismes o murmuraciones impertinentes y molestas que humillan u ofenden es muy difícil de controlar. Hay vidas tan aburridas o insignificantes que tienen que buscar algo de interés en la vida ajena, ¡con la cantidad de cosas importantes que nos rodean!, como nuestra familia o trabajo o problemas auténticamente graves como las enfermedades, el hambre, etc, sin que se les dedique atención. Nos dedicamos a difundir rumores, muchas veces por envidia o mera maldad que nos rebajan como personas; como si fulanita está liada con menganito, o aquel bebe mucho, o es un antipático, muchas veces sin motivo o razón que explique este comportamiento ni conocimientos ciertos de lo que se difunde, y siempre, sin respeto a la individualidad, personalidad y libertad de los otros, sin considerar el daño que se causa o los sentimientos y emociones que se hieren.
Procurando no hablar mal de los demás y dejando que cada cual obre según su conciencia se vive mucho más feliz.

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