jueves, 16 de septiembre de 2010

OVACIÓN

Mediterráneo, 6 de septiembre de 2007
OVACIÓN
Todos tenemos que morir, es inevitable pero también es muy triste. Es un hecho que iguala a los hombres, si bien la trascendencia del deceso es mayor o menor según el afectado que, generalmente, recibe muchísimos elogios, después de muerto, incluso de algunos que antes lo ponían “a parir”. En este caso se trata de Pavarotti, imposible no acongojarse en el funeral celebrado en Módena, con las piezas musicales que sonaron y especialmente con la ovación de los asistentes y a la que nos unimos de corazón. Personalmente me inspiraba buen rollo, simpático, optimista, risueño, comedor y bebedor, vitalista, solidario, campechano, siempre con su característico y gigantesco pañuelo, que empapaba con su abundante sudor. Disfrutaba de la vida y apreciaba su valor, quizás porque estuvo a punto de morir hasta en tres ocasiones y evidentemente era uno de los mejores tenores, para algunos el mejor, del mundo, que sintetizaba su prodigiosa voz con una actitud de acercar el bel canto a todos, popularizando la lírica. El grupo de los tres tenores, con Carreras y Plácido Domingo, dirigidos por Zubin Mehta y sus memorables conciertos, hizo que muchísima gente cogiera gustillo por esas arias tan maravillosas y empezaran un camino que conduce a grandes placeres musicales. El mismo camino siguieron los conciertos “Pavarotti and Friends” con infinidad de primeros artistas del pop, que recaudaban fondos para niños de zonas de conflicto, como él decía la música es música y puede ser buena en cualquiera de sus modalidades.
En fin, pena, resignación y recuerdo sublime escuchando piezas como el Nessun dorma, Tosca, Turandot o Torna a Surriento con las que es imposible dejar de vibrar.

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