Mediterráneo, 26 de marzo de 2009
MAGDALENATRAS
Acabó la Magdalena, nueve días de fiesta, quizás demasiada para los que ya no somos jóvenes ni tenemos vacaciones extensivas. A los que sí lo son, seguramente, todo les parece poco, cuánta energía. Como todas las fiestas populares tiene cosas buenas y otras malas, y será difícil que haya uniformidad de opiniones al respecto. Entre lo mejor situaría los toros, es la primera feria de la temporada y se notan las ganas, sin duda es lo que más foráneos atrae (José Tomás es otra dimensión); las collas y el ambiente de grupos de amigos que se divierten juntos; las bodeguillas, punto de encuentro de los medios y los hombres y mujeres que crean la fiesta con esfuerzo durante todo el año. Lo peor la gentuza que cree ser alguien por violenta y que con el alcohol y la manada se crece, episodios de peleas y palizas que se repiten año tras año son intolerables. En la misma línea, la suciedad y porquería que algunos actos dejan detrás, dicen muy poco de los asistentes y no hablemos de los meones y vomitadores, ¡puafff!. Cosas que podrían mejorarse serían: la ubicación de la mascletà, en esos descampados se pierde su “música”; la difusión mediática nacional o internacional que no es del volumen que la fiesta se merece; el vestuario masculino que sigue siendo el pseudo cordobés que se instauró en época franquista y que debería estar desterrado por el uso del traje tradicional, y por último, la madre de todas las mejoras polémicas sería que cesara ese baile de fechas que complica la planificación y hace que a veces coincida con fallas y otras con Pascua, creo que es mejor tenerlo claro. En todo caso tenemos la fortuna de disfrutar de unas fiestas y perdonen la expresión, cojonudas.
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