viernes, 15 de diciembre de 2023

REMEMORANZAS DE UNA JUVENTUD CINEFILA

Desde que tengo uso de razón iba, con mi hermano o con mis amigos, los sábados por la tarde, al cine de mi barrio. Veía las películas que “echaban”, la que fuera. Mis padres me daban un duro, o sea 5 pts, la entrada costaba 2,5 pts, las otras 2,5 pts las empleaba en una coca cola, una bolsa de palomitas y unos caramelos famosos en la época que simulaban gajos de naranja. Era sesión continua y programa doble, con un Nodo que informaba de las novedades. Esperaba emocionado a que apagaran las luces y empezará el espectáculo. Si llegabas empezada la sesión, el aposentador, te acompañaba a donde te quisieras sentar, porque el patio de butacas era enorme, y no había numeración de asientos. Nos situábamos a mitad de la sala, la parte trasera o “filas de los mancos”, era para los novios. Donde hubiera un hombre solo, mejor alejarse. El cine, tenía dos pisos, el de arriba más barato y más gamberro, a veces íbamos allí porque se prestaba a alborotos. El aposentador ya nos conocía, tenía muy malas pulgas y nos llamaba la atención con la linterna: “ a la próxima os tiro del cine”. La verdad es que no nos tiró nunca. Junto a películas intrascendentes vi todos los grandes films que se hicieron durante mi niñez y adolescencia hasta que cambié, consecuencias de la edad, la sala de cine por las discotecas. Me hizo ser amante del séptimo arte para siempre. Fue muy útil en mi formación cultural y humana y viví muchos momentos de felicidad. La evolución de los tiempos hizo que se apagaran poco a poco. Se transformaron en multicines, en supermercados, bares o hasta en notarías. Afortunadamente los cines de estreno siguen en marcha con nuevas tecnologías y es que esa oscuridad cómplice que te sume en un universo mágico te permite vivir tu propia película. Artículo publicado el lunes 13/03/2023 en el periódico Mediterráneo.

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