viernes, 7 de diciembre de 2012

El beodo


EL BEODO

Esta historia ocurrió en la primera notaría servida por un joven notario con ninguna experiencia y mucho ánimo, como el pueblo no era grande ni los clientes numerosos, atendía personalmente a todos y aprendía la psicología y la mano izquierda que no le había enseñado la facultad ni la oposición.
Había unos conocidos empresarios que no atravesaban su mejor época, estaban medio quebrados y encargaron la preparación de la escritura de venta de su empresa por un precio excesivamente bueno, acompañado de subrogación en los tropecientos créditos que los acosaban, avales, y en fin, una operación compleja y buena económicamente, así que la trabajó con gran entusiasmo y estudio, redactó la escritura y quedó una tarde con los alegres vendedores y aquel comprador chollo, que extrañamente no había intervenido en el proceso de redacción, ni él, ni sus abogados, ni su banco.
A la hora prevista, el notario recibe a sus clientes, venían de comer, habían comido y bebido, pero bebido mucho, de modo que el comprador estaba con una borrachera de campeonato.
Los compradores quieren firmar, el hombre no se tenía en pie, se les explica que primero hay que identificar a los otorgantes, leer la escritura y si todo está bien firmar, y evidentemente aquel hombre en ese momento carecía de capacidad, eso no podía ser. A todo esto el borracho se reía espasmódicamente y decía a grandes gritos: ¡Que sí, que sí, que ya lo sé todo, a firmar, a firmar todos, Viva! Al final lógicamente el notario se negó a autorizar algo ilegal, se quedó con el trabajo hecho para nada. Los vendedores se enfadaron. Al menos el “bufao” no vomitó en el despacho, pero le vino justo, porque nada más salir a la calle... ya saben.

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