jueves, 4 de octubre de 2012

Kiosko


KIOSCO (IN MEMORIAM)

Me encanta acercarme al kiosco, el de la esquina de toda la vida, con el kiosquero familiar y simpático, que conoce tus gustos y te comenta la última jugada política o deportiva, es un termómetro social inmejorable, junto con los taxistas. Especialmente agradable cuando vas acompañado de tus hijos pequeños, a los que aquello con sus chicles, sus cromos y demás les parece el país de las mil y una noches. Parece un trabajo sencillo, el kiosquero cómodamente sentado y con todo a mano, y los más espabilados con su televisioncilla.
Pero resulta que no, que es un trabajo muy muy duro, una persona tiene que hacer todo, abrir, colgar y poner cada cosa en su sitio, llevar la gestión y la contabilidad, repartir, atender al público no siempre educado, recoger todo, cerrar y dedicar horas y horas. Si en alguna época era un trabajo digno y rentable, hoy sigue siendo dignísimo pero es totalmente ruinoso. La desaparición paulatina de la prensa escrita, sustituida por internet, la crisis que hace que se ahorre hasta en publicaciones y ya no digamos en caprichitos, el recorte de los márgenes, hacen que a pesar de los esfuerzos, o de la extensión de las mercancías en venta, no puedan llegar a fin de mes con un mínimo beneficio que compense el duro trabajo.
Como tantos otros sectores van a la desaparición, han cerrado más de la mitad y aunque puede no parecer económicamente importante lo es en lo que tiene de autoempleo, de iniciativa empresarial y de factor humano. Qué pena me dio ver que el kiosco de la esquina había cerrado, nadie se hacía cargo, no era negocio. Así no vamos bien.

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