MIMETISMO
DEPORTIVO
Cada vez es más frecuente que la gente se vista con
ropa deportiva. El top es el chándal hortera que algunos han adoptado como
uniforme, especialmente los presidiarios. Muchos se maquetan totalmente como su
ídolo deportivo al que tratan de imitar, quizás creen que así jugarán mejor o
ligaran más, algo que probablemente, a su edad y con sus condiciones físicas y
mentales nunca conseguirán. Lo más extendido es correr o hacer gimnasia y claro
no se cambian en el sitio idóneo, que son los vestuarios, sino que salen así de
casa, lo que supone ver las calles llenas de gente vestida como si fuera a un
mundial de atletismo, lo único bueno son las chicas de buen ver con prendas
ajustadas, pero estas son escasas. También hay: Ciclistas con sus licras
marcadas. Montañeros vestidos de alpinistas. Futbolistas de fin de semana, que
acuden a los partidos con la camiseta de su equipo y algunos con unas cervezas
de más. Los que lucen camisetas de basket y con ellas toda su pelambrera corporal. Los
vestidos de tenis desde un clásico blanco inmaculado a los modernos de
indumentarias estrafalarias y coloridas. Partiendo de la base que hacer deporte
con responsabilidad es una muy buena actividad, cada cual debe hacerlo con
arreglo a sus condiciones y con control. Todo ello subsumido en una industria
mundial del deporte, que factura 620 mil millones de dólares y que muchas
marcas y sus grandísimos presupuestos publicitarios la fomentan con entusiasmo.
Cada cual se viste como quiere pero ir de esta guisa por la calle es muy poco
estético, puede ser cómodo, pero elegante desde luego no es.
Artículo publicado en el periódico Mediterráneo el
16 de abril de 2018
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