DECIR
ADIOS
La vida da muchas
vueltas. Parece que nunca se puede estar seguro de nada. Cosas que creíais
consolidadas resulta que no lo estaban tanto. Todo evoluciona y nuestra
existencia también. Al fin se trata que ojala sea, de un modo u otro, para
mejor. Por ello son numerosas las ocasiones en las que tienes que despedirte de
objetos, gentes y lugares, de amigos y amores, de cosas, costumbres o modos de
vida. Y la más difícil la despedida de tu propia vida que esa si es definitiva.
Es duro decir adiós a aquello o a aquellos que aprecias e incluso quieres. Son
momentos complicados porque normalmente
las despedidas van unidas del dolor. El elemento más determinante al respecto
es la causa de ese adiós, según cuál sea esta y las circunstancias que rodeen
el caso será más o menos doloroso. Puede ir desde la tragedia y desolación
absoluta hasta el alivio, incluso algunas veces puede ser un mero hasta luego.
Y se puede tener un recuerdo positivo que perdure. Alguien dijo : “ No llores
porque termino, sonríe porque ocurrió” y esa es una fantástica actitud para
superar el fin de algo. Aunque también es cierto que algunas sonrisas encubren
las lagrimas que están en el corazón. Puede ser un cambio ilusionante que suponga una oportunidad de crecer o de
abandonar lo que te perjudica y abordar nuevas etapas más enriquecedoras. En
todo caso hay que ser fuerte, adaptarse y tirar hacia delante. Todo tiene su
principio y su final, es ley de vida, mejor aceptarla si no quieres engañarte. Todo
es cíclico y si una puerta se cierra otra se abre para seguir camino, ese que
solo tú puedes recorrer.
Artículo publicado en
el periódico Mediterráneo el 9 de abril de 2018
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