MINIMIZAR MOLESTIAS
Estamos inmersos en
plenas fiestas, fallas y magdalena se suceden y ofrecen infinidad de alicientes
para que estos días sean fantásticos. Hay que pasarlo bien y divertirse pero
bajo la premisa de molestar lo menos posible a los demás. Este ajetreo festero
no le gusta a todo el mundo, algunos se van de vacaciones y acaban con el
problema. Entre los que se quedan a pasar las fiestas en su localidad, los hay
que se integran y participan otros que solo lo sobrellevan. En todo caso debe primar siempre la convivencia,
el civismo y el sentido común. Por lo que, si bien las molestias son inevitables
hay que minimizarlas en lo posible. Lo
que puede hacerse de varias formas. El ruido es necesario limitarlo, hay que
dormir. Las “despertas” están desfasadas y es bueno controlar el horario
nocturno de cohetes y verbenas o incluso carpas con música. Creo que con la
mitad de volumen se baila igual, se habla más y se molesta menos a los vecinos.
El botellón tiene clases y si es salvaje lo llena todo de basura, cristales
rotos, orines, vómitos, no es aceptable y menos afectando a monumentos. Ayudaría
supervisar los puestos de comida callejera, que con dudosa salubridad nos
invaden. Y prohibir los vendedores piratas de cubalitros. Y es que no todo
vale, aunque algunos lo crean ( seguramente por lo que ocurre en Cataluña) no
puede haber absoluta impunidad, las fuerzas del orden tienen que desarrollar su
deber más allá de impedir el paso de vehículos, aunque no sea fácil enfrentarse
a hordas de jóvenes que ojala consideraran divertirse sin dejar todo asqueroso.
Artículo publicado en
el Periódico Mediterráneo el 1 de abril de 2019
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