LO POLITICAMENTE CORRECTO
Amo la libertad, con la
responsabilidad que conlleva y con respeto a las leyes. No me gusta que me
quieran obligar a hacer cosas con las que no comulgo y mucho menos que me digan
lo que tengo que pensar. Creo ser tolerante y las personas me interesan más que
los grupos. Por ello lo políticamente correcto no está en mi ideario, más bien
lo contrario. No quiero alinearme con la ortodoxia política o cultural del
grupo que establece en cada momento que es lo adecuado imponiendo un criterio
uniforme de ideas y términos correctos. Es
algo represivo que intenta cambiar la moral, tradición e ideas de la gente o suprimir valores tradicionales
como el esfuerzo, el orden, la religión, la familia, el honor, la ambición, el
sacrificio, etc, e implantar los suyos,
que van cambiando con el grupo dominante y que hoy en parte se identifican con
ser antisistema y radical. Censuran ideas y razonamientos que les ofenden o son
impopulares haciendo gala de un totalitarismo que no admite la disidencia. Por
ello se centran básicamente en los niños, en controlar su aprendizaje y así
controlaran sus conciencias de mayores. Usan los medios de comunicación, redes
sociales, etc, hay que moverse mucho para que todos se lo crean y no se
cuestione su verdad, que revisten de moralidad y sentimentabilidad. Oponerse no
es fácil y muchos prefieren callarse y conseguir una falsa aceptación para que
no les marginen y señalen, con los apelativos al uso, facha, racista,
intolerante, machista, etc, insultos fáciles,
recurrentes y que no responden más que a la realidad ficticia que algunos se
crean.
Artículo publicado en
el periódico Mediterráneo el 12 de febrero de 2018
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